¡Qué levante la mano el que alguna vez haya sentido que a su vida la mueven fuerzas externas y no tiene poder alguno! Yo, la primera, lo he sentido miles de veces.
Si tú también has levantado la mano, lo que te voy a contar te resonará.
No es ninguna novedad que vamos locos por la vida, vamos a 1000km por hora.
Cada día parece una carrera: mensajes, tareas, pendientes, ruido, pantallas…
Y en medio de todo eso, rara vez nos preguntamos cuándo fue la última vez que paramos.
No hablo de dormir. Ni de pasar tres horas viendo reels para “descansar”.
Hablo de pausar de verdad.
De quedarte en silencio, de hacer NADA.
De dejar que tu mente viaje sin rumbo, que el cuerpo respire sin prisas y que el alma… simplemente esté.
«En un mundo que nos premia por ser productivos, hacer una pausa es un acto creativo y profundamente transformador«.
Como diseñadores, siempre nos han atraído los libros que hablan de creatividad, colores, tipografías… pero al empezar a construir el manifiesto creativo, empezamos a comprar muchos (muchos) libros sobre creatividad y a engullir como locos las palabras y visiones de diferentes autores para intentar entender un poco más que es la creatividad.
En el libro «¡Haz algo! Un manual para vivir«, se citan las palabras de Robert Poyton, en su libro «Pausa»:

“Una pausa es una apertura, una puerta a otras alternativas y posibilidades. Igual que un poco de levadura levanta la masa, una pequeña pausa aligera y enriquece nuestra vida.”
Detenernos nos devuelve el control. 💪
Y en tiempos donde te llueven las notificaciones, ser dueños de nuestras pausas se convierte en una forma de reconquista interna, un acto rebelde.
El cerebro también necesita aburrirse. Sí.
Este poder de la pausa no es sólo emocional o espiritual. Tiene también una raíz científica fascinante.

En el precioso libro de Isabel Minhos Martins y Madalena Matoso, «Con ojos creativos«, cuentan un descubrimiento que cambió la forma de entender el cerebro:
En 1991, un grupo de científicos de la Universidad de Washington decidió observar qué hacía el cerebro cuando no estaba enfrentando ningún reto. Esperaban que se apagara o bajara su actividad… pero ocurrió lo contrario: el cerebro se activó aún más.
Así se descubrió lo que más tarde llamaron la “red por defecto”: un estado en el que el cerebro divaga, sueña, conecta ideas y deja volar la imaginación.
Ese momento en el que “te vas por las ramas” o “estás en las nubes” no es distracción… es creación en estado puro.
WOW! 🤯
Hacer nada no solo es válido, sino necesario.
Entender esto nos ha ayudado a ser más comprensivos con nuestro hijo, Bruno se distrae (mucho), se queda colgado en su mundo y a veces se queda mirando a la nada… tal vez está simplemente navegando su red interna de ideas. 🥰
Y como adultos, aprender a respetar esos espacios de pausa, tanto en ellos como en nosotros, puede cambiar por completo la forma en la que habitamos el presente.

Hace tiempo leí: “El increíble caso de Barnaby Brocket«, la novela de John Boyne.
Barnaby es un niño diferente: flota, literalmente, desde el día en que nace. Pero sus padres —obsesionados con la “normalidad”— ponen peso en su mochila para que deje de volar y obligarlo a ser como los demás, a mantenerse «con los pies en la tierra«.
Como papás es una metáfora poderosa de lo que muchos padres hacemos, desde el amor pero también desde el miedo, hacer que nuestros hijos: intentar bajarlos del cielo, hacerlos encajar, cortarles el vuelo.
Pausar, observar y permitir que el otro sea (aunque no entendamos del todo cómo funciona su mundo) también es un acto creativo. 🙏
Invitar a la pausa en el caos cotidiano
Claro, la teoría es preciosa… pero, ¿cómo se traduce esto en el día a día?
Porque seamos sinceros: cuando estás atrapado en el torbellino de tareas, redes sociales, agendas apretadas y listas infinitas… la pausa no llega sola.
Hay que invitarla.
Una manera práctica de hacerlo es agendarla. Citas reales, diarias, con ese espacio vacío que a veces tanto miedo da. No para llenarlo de más tareas, sino para dejar que exista sin propósito productivo: mirar la pared, tomarte un café sin el móvil, salir a caminar sin auriculares, modelar barro, cuidar tus plantas.
A mí me sirven dos cosas que se han vuelto rituales:


- Baños de bosque
Camino cada mañana entre árboles, un paseo por el bosque diario que me devuelve el centro. Si estás pensando, vale, y si no tengo bosques cerca? Levántate media hora antes y da un paseo por tu ciudad antes de se ponga en movimiento y conecta con la quietud y el silencio. - La otra, más estructurada, es la técnica Pomodoro: trabajar por bloques de 25 minutos seguidos de 5 minutos de pausa obligada. Y en esos 5 minutos, desconecto de verdad. Este es el relojito que uso para marcarme tiempos… si estás pensando: ¿para qué tienes un reloj, no puedes ponerte una alarma en el móvil? No, porque me distraigo y me voy a ver IG… 😅
Por todo esto, hacer una pausa no es frenar tu vida, son ratitos libres en el que lo nuevo puede aparecer.
Y quizás por eso, pausar es tan importante como crear. Porque en el fondo, pausar también es crear.
Como dijo mi hijo Bruno cuando tenía 6 años: “el universo es la nada que a su vez es todo”. 😳 No supe si llevarlo al psicólogo o hablar con el cole y pedir que lo pasaran a la universidad. 😝
La NADA es TODO.

Te regalamos 📥 un recurso descargable muy divertido que te invita a descubrir 50 formas sencillas y poderosas de pausar para reconectar contigo, despertar nuevas ideas y crear desde otro lugar:
✅ Pausas para desconectar con el cuerpo
✅ Pausas creativas y artísticas
✅ Pausas sensoriales
✅ Pausas para la introspección
✅ Pausas para conectar con otros
Porque pausar no es frenar, es abrir espacio para volver a ti con más presencia, chispa y claridad. ¿Cuál será el primer ✅ que marcarás?
A veces, lo más creativo que puedes hacer es parar.



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